Año 1986, unos jóvenes Charles
Xavier y Erik Lehnsherr llegan a la casa de la familia Grey.
Tras hablar con el matrimonio empiezan a conversar en privado con la pequeña de
la casa. Su nombre es Jean Grey, una mutante de nivel Omega con
un poder inconmensurable y que apenas puede controlar, pues es este el que la
controla a ella. Tras demostrar que es capaz de hacer levitar objetos y coches aparcados
en la calle mientras contemplan lo sucedido unos sorprendidos Chris
Claremont (El Patriarca Mutante, máximo responsable de la mejor
etapa de los X-Men en los cómics) y Stan Lee (co-creador del grupo),
la escena concluye dando paso al siguiente flashback y tras este, los créditos
iniciales arrancan. Es así como comienza el episodio final de la primera
trilogía de X-Men, dirigido en esta ocasión por Brett Radner, el
director de la franquicia de comedia Rush Hour (titulada como Hora
Punta en España y protagonizada por Jackie Chan y Chris
Tucker). En esta ocasión Bryan Singer no volvería a la silla del
director debido a que se encontraba trabajando en el filme de Superman
Returns, que vería la luz el mismo año que la cinta de los mutantes, es
decir, 2006. Basándose en esta ocasión en la saga de Fénix Oscura,
escrita por Chris Claremont y dibujada por el aclamado John Byrne,
los X-Men se enfrentarían a una gran amenaza proveniente de una de sus
mayores aliadas, Jean Grey. Esto supuso grandes expectativas para los
fanáticos, tanto de los cómics como de las anteriores entregas, pero entonces
surgió una pregunta, ¿sería Brett Radner capaz de concluir satisfactoriamente
la trilogía que comenzó Singer o había sido un error que este último se
fuera a dirigir Superman Returns en lugar de terminar la tercera entrega
de los mutantes? Es momento de descubrirlo.
La historia, como bien se ha
mencionado en líneas previas adapta en cierta forma (o esa era la intención)
una de las historias más famosas y queridas por los fanáticos del grupo
liderado por Charles Xavier. En esta ocasión, el guion está escrito por Zak
Penn y Simon Kinberg, donde intercalan de forma secundaria (y
bastante mal llevada, por cierto), la adaptación de la historia mencionada
junto con la trama principal, que se enfoca en la creación de una cura capaz de
eliminar los poderes de los mutantes. Huelga decir, que en esta entrega y teniendo
en cuenta que es la continuación directa de una producción tan sólida como lo
es X-Men 2, el guion no brilla en lo absoluto, más bien hace aguas por
todas partes. Si bien no es algo catastrófico, sí que se desmerece bastante en
comparación a las primeras dos partes. Aquí no solo hay muchos sinsentidos y
conveniencias, sino que está todo muy apresurado y se entremezclan demasiadas subtramas
que no llegan a nada o que aún peor, no tienen relevancia alguna, como por
ejemplo la de Warren Worthington III/Ángel, personaje que, si bien presenta
ideas interesantes para ser desarrolladas, está puesto en la película como un
parche que se puede quitar sin afectar para nada a la historia.
En esta ocasión hay una mayor cantidad de personajes, pues esta tercera entrega es más ambiciosa. Referente a los pilares de la saga, sin duda el que se roba las mejores escenas y momentos es Ian McKellen (Magneto), con diálogos soberbios y momentos que reflejan perfectamente el personaje tan completo al que interpreta. Tras él, Hugh Jackman (Logan), es nuevamente uno de los pilares fundamentales y que presenta uno de los arcos más interesantes. Del resto, cabe destacar la interpretación de Famke Janssen (Jean Grey) como una imponente enemiga a vencer en el tercer acto, así como a Halle Berry (Ororo Munroe/Tormenta) y Patrick Stewart (Profesor X) quienes siguen con sus interpretaciones previas pese al poco tiempo en pantalla, y el debut de Kelsey Grammer (Hank McCoy / Bestia), el cual realiza un trabajo bastante bueno, además de ser muy carismático en el papel. Respecto al resto de personajes y actores, no hay mucho más que añadir, pues en su mayoría se presentan de forma correcta, pero sin destacar en lo más mínimo, teniendo además alguna que otra mala interpretación como es el caso de Vinnie Jones (Cain Marko / Juggernaut).
Los efectos especiales cumplen su
cometido, pero sin destacar más allá de algún que otro momento. El alto
presupuesto de la cinta demuestra lo que se podía hacer en aquellos años,
teniendo escenas que a día de hoy siguen quitando el hipo. No obstante, hay
otras que pecan de ser demasiado ambiciosas, lo que perjudica al resultado
final por no ser tan creíble. Eso sí, el tercer acto es un broche de oro en
este apartado, en especial ante la gran cantidad de efectos visuales, lo que,
sumado a la buena dirección de la acción, se consigue generar en el espectador
una gran tensión por no saber cómo acabará el conflicto.
La banda sonora por otro lado es
al igual que las de las anteriores entregas, un deleite, debido a que el tema
característico de esta cinta es maravilloso. Sin ser mejor que el de la segunda
parte, es también muy emblemático. Por el resto de melodías, estas acompañan
bastante bien a las escenas.
En definitiva, X-Men: La
Decisión Final es la peor entrega de la primera trilogía
cinematográfica de los mutantes de Marvel Cómics, principalmente debido
a su mal guion, el cual presenta bastantes agujeros y tiene demasiadas
subtramas que no llegan a ningún sitio. No obstante, en materia de personajes,
se cumple en líneas generales pese al bajón de calidad, quedando algunos
vestigios de las anteriores entregas, principalmente gracias a los personajes
de Magneto y Logan. Los efectos especiales están bien, al igual
que las escenas que los acompañan, teniendo un tercer acto increíble, estando todo
ello acompañado por una buena banda sonora. Al final, tal vez hubiera sido
mejor esperar un poco más y que Bryan Singer hubiera dirigido esta
tercera entrega, pues ni esta cinta salió tan bien como se pretendía, ni la que
él dirigió de Superman, entregando en ambos casos, productos solventes
pero que no estaban a la altura de las expectativas.
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