Era el año 2011. Varias películas
relacionadas con el universo de los superhéroes habían salido ya a la luz,
tanto adaptaciones de Marvel como de DC. En esta ocasión, y a
falta todavía de un año para que Marvel Studios revolucionara la
industria de Hollywood con el estreno de Los Vengadores, 20th
Century Fox estrenaba su quinto largometraje basado en los X-Men.
Esta vez, se trataba de una precuela de la trilogía original que dio comienzo
al boom del subgénero de superhéroes en el cine a inicios de siglo.
Debido al fracaso de la anterior
cinta de mutantes, protagonizada por el más querido de todos ellos, Lobezno,
el enfoque de la compañía cambió radicalmente. El plan original era seguir
creando filmes individuales de los personajes más populares de la franquicia,
siendo Magneto el siguiente en la lista. No obstante, parte de este
enfoque vería la luz en el largometraje de 2011, ya que, aunque no sería una
película protagonizada por "El amo del magnetismo", sí se
rescatarían muchas ideas de la concepción original del proyecto, además de
servir como precuela, desarrollando los orígenes del grupo de mutantes más
famoso de Marvel.
Es con esta premisa que los
espectadores se adentraron a contemplar el siguiente paso de la franquicia. De
la mano del aclamado director Matthew Vaughn (Kick-Ass, Kingsman:
Servicio Secreto), junto con Ashley Miller, Zack Stentz y Jane
Goldman, además del propio Vaughn en el guion de la cinta, se contaría
los inicios de la mitología de los X-Men en el cine. Ubicada la historia
en la década de los 60, el espectador es testigo, mediante el conflicto de los
misiles de Cuba, del comienzo de todos los elementos que después se verían
afianzados en la primera trilogía: la rivalidad/amistad entre Magneto y
el Profesor X, la creación de Cerebro, el paso de Mística
al lado oscuro, el uso de la escuela como tapadera del equipo y, en definitiva,
todos los elementos característicos del supergrupo. Huelga decir que, a nivel
narrativo, esta entrega es de las mejores de la franquicia, pues su sólido
guion (a excepción de algunas incoherencias con respecto al villano principal)
consigue encajar las piezas del puzle para crear, en especial, ese sentimiento
de unión del equipo que se forja. Además, se mide muy bien el ritmo, siendo
frenético en algunos momentos, pero contando con otros más calmados para que se
desarrollen bien los personajes.
En referencia a estos, hay que destacar
la maestría con la que se escribe a los mutantes principales de la cinta, pues
no solo son carismáticos, sino que presentan arcos muy interesantes y cada uno
tiene varias capas, lo que los vuelve todavía más creíbles y reales. Además,
este buen manejo de la escritura se ve reforzado por interpretaciones soberbias
de James McAvoy como un arrogante y joven Charles Xavier/Profesor X,
Michael Fassbender como un atormentado y vengativo Erik
Lehnsherr/Magneto, Jennifer Lawrence como una indecisa Raven Darkhölme/Mística
y Kevin Bacon como un imponente y autoritario Sebastian Shaw,
líder del club Hellfire.
En cuanto a los efectos
especiales y secuencias de acción, hay que aplaudir nuevamente. Si bien se
venía de una racha de películas donde los efectos especiales no brillaban por
su maestría en comparación con las primeras dos entregas de la franquicia, en
esta ocasión se vuelve al punto culmen de las mismas, demostrando la
impresionante escala de poder que presentan los mutantes. No obstante, hay
alguna que otra escena donde el CGI (Computer-Generated Imagery o
Imágenes Generadas por Ordenador en español) se nota demasiado, aunque
es algo ínfimo que no empaña el producto por completo en este apartado. En
cuanto a las secuencias de acción, la habilidad de Matthew Vaughn juega
un papel clave debido a que es un genio en esta materia, siendo capaz de
generar batallas imaginativas y llenas de ritmo, a la par que tensión.
En cuanto a la banda sonora, en
esta ocasión realizada por el excelentísimo compositor Henry Jackman
(habitual en algunos trabajos del director como Kick-Ass o Kingsman),
se logra crear uno de los mejores trabajos de toda la franquicia, junto con los
realizados por John Ottman. Desde el tema principal hasta otros como el
de Magneto, demuestran que este es, sin duda alguna, el mejor apartado
de la película.
En conclusión, X-Men:
Primera Generación es un deleite audiovisual en referencia al subgénero
de superhéroes en el cine y, más concretamente, dentro de la franquicia mutante
de Marvel. No solo tiene una buena historia y un excelente desarrollo de sus
protagonistas, sino que sienta las bases de lo que estaría por venir en
siguientes entregas. Junto con buenos efectos visuales, secuencias de acción y
una banda sonora exquisita, logra crear un producto notable que, sin duda,
quita el mal sabor de boca de las últimas dos entregas a esta y sienta las
bases para la siguiente película de la franquicia, donde los elencos de la
trilogía original y la precuela se unirían para afrontar una amenaza mayor. No
obstante, eso será abordado en la crítica al respecto.
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